Las vestales eran sacerdotisas de la antigua Roma que tenían la responsabilidad de mantener encendido el fuego sagrado del templo de Vesta. Ana Verdú no es sacerdotisa y habita en nuestro tiempo, pero tiene la misión de mantener encendido el fuego sagrado de la memoria de la ciudad. Ella dirige, desde 1992, al solvente equipo de uno de nuestros templos laicos y joya de la corona: el Archivo Municipal de Córdoba. Un referente cultural de primer orden y uno de los archivos más consultados de España.
Así que no resulta insustancial a los ojos de la periodista y del fotógrafo, que en su despacho tenga un lugar de honor la figura del dios romano Jano, simbología de los archivos por sus dos caras: una que mira al pasado y otra al futuro. La escultura que disfruta cada día esta archivera tiene las caras de Sócrates y de Séneca, quienes conviven en su hermoso despacho con varios vaciados del sello de la ciudad de 1284, regalo del Archivo Histórico Nacional. “Es una foto de la ciudad del siglo XIII y este es el sello de Córdoba y no el del león rampante, que es el de la provincia”, explica con determinación la archivera. Es la primera pista que nos da esta mujer seria y amable de su alto sentido de la historia, lo que la hace ser capaz de indignarse ante la menor tropelía o amenaza al rigor.