Jorge Drexler cierra Cosmopoética en el Teatro Góngora con un concierto acústico
Stay, just a little bit longer… deseó cantarle la platea del Góngora a Drexler en la clausura de Cosmopoética. Tras haberlo disfrutado durante dos horas en un teatro repleto, cualquiera entra en la hipnosis de que el mundo no puede ir tan mal, de ahí las ganas de prolongar el espejismo un poquito más.
Y eso, a pesar de la pequeña decepción que supuso ver que el músico llegaba sin banda, a solas con las guitarras –eléctrica y española–, más algunos de esos efectos y loops que dibujan abstracción y repetición sobre sus canciones. Por eso, la primera fue Eco (esto que estás oyendo ya no soy yo) y tal vez la causa de que navegase por muchas de las canciones de aquel disco de hace una década.
Polvo de estrellas se la dedicó a Médicos Sin Fronteras y por allí pasaron Deseo, Todo se transforma, Guitarra y vos (que viva la ciencia que viva la poesía); hubo loas a Cosmopoética, guitarras que se desafinaban por el largo viaje transoceánico desde Cuba, donde actuó por primera vez el fin de semana pasado, arte para pedirle al público cantando que dejase de dar palmas, e imposibilidad de desobedecer al mensaje de su melodía. Una voz fina puede tener más poder que diez estentóreas.
La Milonga del moro judío apela a los genes multiculturales de la ciudad. Me gusta cantar esta canción en Córdoba. Por vez primera contó aquí de dónde viene. El estribillo se lo descubrió Sabina. Es un verso de Chicho Sánchez Ferlosio. Drexler lo escribió en espiral en un posasavasos. Yo soy un moro judío que vive con los cristianos, no sé qué dios es el mío ni cuáles son mis hermanos. Y se fue corriendo a casa a escribir la canción en cuarteta. Pero Sabina lo invitó a escribirla en décima.
¿Hay algo que ustedes quieran escuchar en particular? Sentado en el borde del escenario el músico paró el mundo en varios idiomas: Sea; Club tonight (en catalán); un guiño en portugués del heredero de Caetano al maestro en Desde que o samba é samba; la hermosa Beautiful boy de John Lennon; y Al otro lado del río a capella diez años después de que hiciese lo mismo en la costa oeste americana, ante Prince, y con la estatuilla más famosa del mundo en la mano.
Para el final dejó algunas canciones de Bailar en la cueva, su último disco. Universos paralelos, Bolivia (Una puerta giratoria. No más que eso, es la historia) y La luna de Rasquí, que vino a mostrarnos cómo ese oasis de tiempo que fue el concierto juntos se había convertido en un punto ciego de la pena.
El punto y final a Cosmopoética lo puso su mensaje más premonitorio: Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Eso es, todo se transforma. Por fortuna.