Una Filmoteca se interesa por investigar, recopilar y difundir el patrimonio cinematográfico, aparte de proyectar desde referentes de la historia del cine hasta las últimas tendencias en celuloide y videoarte. Eso sobre el papel. En la práctica, estos centros crean, además, hábitos culturales mientras luchan contra el tiempo y el mercado. Nuestra versión sureña es la Filmoteca de Andalucía (www.filmotecadeandalucia.com), un lugar cuya sede principal poco tiene que envidiar al modernista Cine Doré -que acoge en Madrid a la Filmoteca Española- y que en la pedrea del reparto de las instituciones culturales por el territorio andaluz recayó, hace 25 años, en el corazón de la Judería cordobesa.
La institución cultural ocupa parte de un antiguo hospital renacentista a dos pasos de la Mezquita, con patios y arcadas, suelo empedrado, una sala con el nombre de la pionera Josefina Molina, otra con el del inclasificable Valdelomar y entradas a 0’90 euros. Una nave nodriza que se extiende a toda Andalucía con salas de proyección estable –una vez por semana, eso sí- en el centro de Sevilla y de Almería y en la Biblioteca universitaria de Granada. “Echo en falta mayor proyección periférica porque existen ciudades, barrios, o zonas rurales que no se benefician de la Filmoteca, pero por ahora no se puede. Es una falla que tenemos y que nos gustaría poder salvar” se lamenta su director, Pablo García Casado (Córdoba, 1972) en una entrevista para CineAndCine. Pablo, poeta y tan defensor de las periferias que su primer poemario se tituló “Las afueras”, ocupó el sillón de director de esta casa de películas hace cuatro años, durante los que ha logrado aumentar tanto el número de espectadores como los programas educativos para escolares. “Si queremos un espectador en 2024 hay que generarlo ahora. Igual que la Filmoteca tiene que preparar los soportes para conservar un celuloide durante doscientos o trescientos años, lo mismo hay que hacer con los programas educativos para que esta experiencia cultural no se pierda”.
Aunque tanta armonía cultural se ha visto amenazada. Más bien algunos han visto el peligro sobre la sede principal de la Filmoteca en las últimas semanas. La culpa la tiene un fallido proyecto de nuevo Palacio de Congresos y la petición, por parte de algunas voces de profesionales de la ciudad que aseguran no haber pisado ninguna de sus salas y que hasta se preguntan quién lo ha hecho alguna vez, para que el vecino Palacio de Congresos se amplíe por la Filmoteca y ésta se mude a otra parte. La respuesta ciudadana, capitaneada en las redes sociales, ha sido inmediata: carteles con fotografías de Laurence Bacall, David Lynch u Orson Welles bajo el título “yo he ido a la Filmoteca de Andalucía” e indignación de muchos de los más los 25.000 espectadores que vieron una película en la sede cordobesa el pasado año. “¿Y por qué la Filmoteca?” se pregunta su director “No sé si es una cuestión política o arquitectónica. No entiendo bien este tema, al igual que muchos. Mi perplejidad es que no sé para qué quieren la Filmoteca. Con la cantidad de lugares vacíos o sin uso que hay en Córdoba. A nadie se le ocurriría decir que se desaloje al Facultad de Filosofía y Letras (también en la Judería) o una misa en la Mezquita para un congreso. La cultura tiene que defenderse”.
Y aquí se defiende con cine. Con, por ejemplo, un ciclo dedicado a Marilyn programado hasta diciembre, otro a Robert Guédiguian, la Filmoteca junior, los cine-forums… sin olvidar las películas de estreno difíciles de encontrar en las salas comerciales de cualquier ciudad mediana. “Hay una gran demanda de estas películas” acredita García Casado, “se nos llenan las dos sesiones del viernes y hay colas. Es un señuelo para la gente que viene puntualmente. Buscamos que se adhieran a este hábito y también vengan un martes fomentando el boca a boca o el boca tweet”. La anécdota la protagonizó en su día la película-cómic ‘Persépolis’ (Marjane Satrapi, 2007), que estrenó la Filmoteca al constatar que ningún cine de la ciudad lo hacía, dejando a más gente callejeando por la Judería que en las trescientas butacas de la sala principal. Algo que captó alguna sala comercial y acabó programándola. Entre los ciclos programados para esta temporada se proyectará de la primera a la última película de García Berlanga, con copias restauradas por la Filmoteca valenciana, habrá una muestra de cine polaco actual y una nueva revisión del cine andaluz más periférico con videoarte y videoinstalaciones. Todo por recuperar al público que ha ido al cine toda la vida, buscando la pluralidad en los espectadores y huyendo de la preconcebida idea de geto.
“Otro elemento que me interesa mucho es la defensa del cine español”, admite el director. “Es el hilo conductor que venimos marcando desde hace años. El cine europeo ha sido contrapeso al americano en nuestra programación con una mirada hacia el autor y miradas concretas al cine español”. Y es que Pablo García Casado y su equipo de la Filmoteca conocen y aplican con nobleza las palabras de Roman Gubern: “el cine constituye uno de los mayores acontecimientos culturales del siglo XX y que tiene la capacidad de penetrar en la vida de las personas, influir en sus valores, en sus modos de actuar y en la forma de captar el mundo”. La diferencia es que en la Filmoteca de Andalucía eso se eleva a máximos de calidad, conocimiento y defensa del patrimonio fílmico. Y para la mayoría, aunque no lo sepa, cruzar su enorme zaguán supone una puerta de entrada a la cultura vía celuloide. Así de simple. Así de mágico.