La ciencia es un arma cargada de futuro. Lo saben todos menos el Gobierno de España, que al no estar a la altura del conocimiento sigue gastando millones de euros en otras sofisticadas armas, las destructivas, y recortando de casi lo único que construye, tiende puentes y hace avanzar a cualquier sociedad: la investigación. O el I+D+i, ustedes mismos. El viernes se celebró simultáneamente en 350 ciudades europeas La noche de los investigadores, un acontecimiento que también ocurrió en el sur del continente y por vez primera en Córdoba. Una fiesta de la ciencia en la que profanos ciudadanos escucharon microcuentos de boca de científicos vestidos para la ocasión con la bata de la divulgación.
Para variar, los ciudadanos elegidos pudieron decodificar el lenguaje de unos proyectos que han nacido en nuestro campus y que de otro modo nos estarían vedados. Supimos que aquí se investiga sobre cómo potabilizar agua con energía solar, sobre un nuevo modelo de gestión del Guadalquivir o por qué somos lo más en aerobiología pero, una cosa llevó a la otra, se acabó hablando de recortes, del no futuro de los jóvenes investigadores, de la falta de conexión de estos proyectos científicos con la empresa o de los grandes intereses para no hallar determinados resultados investigadores.
En el gran escenario del Rectorado se desgranaron ocho proyectos en un ambiente estimulante. Hubo muchas preguntas, pero una brillaba intensamente sobre las demás: el por qué siete de ellos eran de ciencias y sólo uno de letras (sobre el cyberbullying en la adolescencia) ¿Cómo es posible que la arqueología romana, el arte hispanomusulmán, la poesía del siglo de oro o la filosofía árabe no disfruten de proyectos de investigación europeos en la UCO? Cualquier campus conforma un sistema en armonía si en él se reflejan todas las facultades humanas. Y las humanidades son las células. Los átomos. El puente para transitar desde el pasado al temido futuro.