El economista Milton Friedman regañó alguna vez a los empresarios por distraerse de su misión social: hacer dinero. No tengo la menor idea de si Martín Cañuelo, el hombre del cine de verano en Córdoba, ha leído a Friedman alguna vez, pero seguro que no comulga con la neoliberal cita. Para el gestor de los cuatro cines de verano del casco, y propietario de tres de ellos al arrebatárselos de las garras a Sandokán vía subasta pública de la Agencia Tributaria (o subasta poética, qué maravilla de ciudad), no todo es mercantil. Y eso que tiene que pagar hipotecas, la reforma de la Casa del torreón de la Fuenseca, catas arqueológicas, sueldos, películas o el blanqueo de sus terrazas veraniegas que, por cierto, mañana vuelven a abrir las noches de verano. El secreto es que existe un valor agregado a todo ello que tiene que ver con los sueños.
Cañuelo es un romántico de los que nunca pensé que iba a conocer fuera de la historia o la literatura. Posee el instinto humano de coleccionar, desde carteles de cine y programas de mano antiguos hasta cientos de cosas más. Casi todo lo que muestra entusiasmado, ya sea un cartel original de ‘La condesa descalza’ o un piano del siglo XIX, tiene la carga emocional propia de las respuesta nostálgicas. Un afición tras la que se intuye una personalidad ordenada, cuidadosa, sensible y un poco obsesiva en relación con sus objetos de deseo y, principalmente, con el cine.
La vida económica y laboral de este empresario alienígena, en el más admirado sentido de la palabra por el hecho de hacer más por la cultura y el patrimonio, material y sentimental, honesta que todas las políticas culturales juntas, es parte de una vida más amplia: personal, familiar, social y cultural. Martín vive como sueña y tiene mil ideas para llenar de actividad cultural sus cines todo el año. ¡Hasta planea hacer un teatro en una nave abandonada del Fuenseca!, en pleno corazón de la olvidada Axerquía. Lo considero un líder social con todas las letras, así que señores dirigentes: hagan cola en su puerta y no pongan piedras en su camino. Feliz cine a la luz de la luna.