Las escasas salidas en blanco y negro al súper, la farmacia, el trabajo o dar la vuelta a la manzana con el perro comienzan a tener algunos fogonazos de color. De improviso en una esquina, en el alféizar de una ventana, colgando de la rama de un árbol o entre las chirimoyas de la frutería puede aparecer una postal para cualquiera de nosotros. Un objeto artístico con versos manuscritos en su reverso que alguien desconocido ha dejado para quien lo encuentre. Otra primavera posible.