En la película ‘Días de radio’ una familia se sentaba alrededor de un transistor permanente encendido y conocía la realidad a través de él: escuchando noticieros, música, seriales lacrimógenos, concursos o crónicas deportivas y de la alta sociedad. Woody Allen narró como nadie la época dorada de la radio en la América de su niñez, la de los años 40. Y mientras en ese Nueva York real de la infancia del cineasta se radiaban combates de boxeo desde el Radio City Music Hall, en la Córdoba de EAJ-24 (hoy Radio Córdoba) se contaba desde Linares la muerte de Manolete. En ambos puntos del planeta, la magia y la cercanía de las ondas hertzianas estaba en lo local. Ahora, al menos en España, no.
La radio local agoniza en nuestro país. Primero por falta de medios y ahora a golpe de ERE. En Francia se protege legalmente la fragilidad de las emisoras pequeñas frente a los grandes grupos de comunicación impidiendo que por problemas económicos desaparezcan o tengan que integrarse en cadenas nacionales. En EEUU, con modelos de prensa a años luz de los europeos, el de la radio va desde la periferia al centro: la agrupación en cadenas se realiza a partir de las emisoras locales, pensándose más en el modelo a desarrollar que en qué institución (política) concede las licencias.
Frente a lo planetario, lo local evoca, como dice Balandier, aquello que se puede ver, tocar y ser comprendido. En lo local se construye la personalidad social y, por eso, en las autopistas de la comunicación de este siglo se escribe cada vez más con tintes locales. Pero la radio prefiere llevar las luces cortas e ir por carreteras secundarias para aligerar el peso de sus voces. Así que no será el video ni el cine ni la tele quien mate la estrella de la radio, es Saturno quien está devorando a sus propios hijos acabando con el modelo de radio local. Mis por siempre compañeros de la SER callarán sus micrófonos mañana para gritar llenos de rabia y de tristeza. Vayan estas líneas por ellos y por ese lugar mágico llamado Radio Córdoba.