Alvaro también desapareció, joven, hace pocos días. Y escucharlo siempre será revivirlo.
Respirar. Expresar, leo sobreimpresionado en la pantalla mientras él toca. Su nombre es Alvaro Fernández y su voz estaba en las cuerdas de un violonchelo. Para muchos, ha sido uno de los más grandes músicos que ha dado la ciudad en la contemporaneidad. Un genio. Escribo estas líneas escuchando su felicidad. Una pieza titulada Feliz 2012 en YouTube (que en realidad es la Allemanda de la primera suite de Bach) que grabó en el Cuartillo de Melody y que se puede ver y escuchar en el canal online –¡búsquenla!– al igual que algún paisaje sonoro de un trabajo maravilloso e improvisado, Volviendo a nacer , que, inexplicablemente, ha desaparecido de Spotify y de iTunes. Alvaro también desapareció, joven, hace pocos días. Y escucharlo siempre será revivirlo.
Alvaro Fernández Benítez perteneció a una familia de músicos. Nació con un don para el que estudió y trabajó con el fin de que su gran lenguaje fuera el de la música. Fue solista de la Orquesta de Córdoba con solo 19 años y un talento descomunal. Cuentan que dejaba alucinado a todo el mundo, incluido el maestro Brouwer, quien fue su mentor. ¿Pero cómo explicar a un genio? La respuesta más elocuente me la ha dado una joven violonchelista: “Puedes escuchar El cisne , de El carnaval de los animales de Saint-Saëns perfectamente ejecutado por muchos músicos, pero tocado por Alvaro, podías ver ese cisne nadar”.
Una cruel enfermedad vino a desafinarlo todo. Y la muerte, tan inhumana para quienes aman la vida, tal vez hubiese llegado más tarde, a su hora, si las políticas sociales de este país no fuesen tercermundistas. Nadie sabe. La triste realidad es que se ha apagado un músico enorme y humilde –sí, Alvaro hacía posible ese oxímoron– que emanaba tanta luz como el sonido intenso, emocionante y entregado que brotaba de su chelo. El homenaje más justo que se le puede hacer ahora es reeditar su obra para que Alvaro Fernández no vuelva a perderse en los laberintos del olvido. Y desear que, donde quiera que esté, la música siga aliviando su espíritu.