Vivimos en una ciudad que prefiere hacer desaparecer lo que la hace única para apostar por igualarse a cualquier ciudad del montón
No conocí la tienda Vogue y lo lamento. Era una pequeña boutique de la calle Gondomar para la que Rafael de la Hoz Arderius diseñó, en 1951, un conjunto de muebles, lámparas y expositores, además del suelo y las paredes. Viendo fotografías de su espacio y escaparate, juraría que se trata una tienda de la Rue Cambon o de la Vía del Corso. Pero Córdoba no es ni Roma ni París. Ni siquiera quiere emularlas. Por eso dicha tienda se esfumó de nuestra trama urbana como tantas otras.
Vivimos en una ciudad que prefiere hacer desaparecer lo que la hace única para apostar por igualarse a cualquier ciudad del montón. Así se entiende el progreso aquí, no solo en el comercio local sino también en todo lo demás. Una idea extrapolable a otros muchos lugares andaluces como explica muy bien Antonio Muñoz Molina en su lúcido e inquietante ensayo Todo lo que era sólido. El escritor indica que viajando por Europa, uno entiende que se puede ser moderno y próspero tratando con respeto el patrimonio del pasado, tomándolo no como un obstáculo embarazoso sino como una oportunidad de desarrollo económico y de buena vida. Lástima que casi nadie aquí crea en lo mismo.
Igual que en Roma, podríamos tener tiendas con restos de muralla integrados, probadores bajo bóvedas medievales, restaurantes en antiguos palacios (reformados con respeto) u oficinas con mosaicos romanos en sus paredes. Yéndonos a ciudades europeas más pequeñas, como Burdeos o Edimburgo, una se muere de envidia al ver la extrema protección que existe del comercio local o cómo el maravilloso paisaje del centro de estas ciudades posee muchos más objetivos que el de hacer aún más rico a Amancio Ortega. ¿Qué podemos hacer desde nuestras pequeñas vidas para frenar tanto despropósito? Pequeñas cosas como darle alfilerazos a la burbuja especulativa comercial comprando en las escasas tiendas locales que nos quedan. En una de ella aún está el sello de Rafael de la Hoz. ¿Adivinan?
Hola Marta,
¿Queda algún rastro del interiorismo de esta tienda? ¿Qué comercio lo ocupa ahora?